Juan Vicente Peral Ayala, en el Banco de Alimentos de Alicante, entidad que dirige.
Es un hombre apegado al terreno con experiencia en la gestión.
LA SEMANA DE JUAN VICENTE PERAL
El presidente de la Federación Española de Bancos de Alimentos (FESBAL) revive los momentos más duros de recesión de 2008. «Ahora hay un tsunami de solidaridad, pero me preocupa que el suflé baje»
Madrid: Domingo, 17 mayo 2020, 00:10
A sus 82 años, Juan Vicente Peral se ha visto sorprendido por otro derrumbe que creía superado. Le desbordó la gran recesión de 2008 y ahora el hundimiento se repite. El hambre ha resurgido a causa de la crisis ocasionada por el coronavirus. Peral preside la Federación Española de Bancos de Alimentos (Fesbal), una organización que agrupa a 54 entidades que procuran productos alimenticios a ONG y entidades benéficas. Ellas, a su vez, los reparten a las víctimas de un sistema que deja a muchos en la cuneta. En apenas dos meses, los beneficiarios del auxilio de la Fesbal se han incrementado en 500.000 personas, al pasar de un millón a 1,5 millones.
Lunes
10.00 horas. Tengo 82 años, de modo que estoy en la edad de riesgo en caso de infectarme por el coronavirus. Mi mujer me recuerda constantemente que no debo salir a la calle. Si por mí fuera, lo haría con más frecuencia; yo soy más valiente y mi mujer más sensata. Con todo, una vez a la semana voy al supermercado a hacer la compra. Antes del Covid-19 iba un par de días a la semana al Banco de Alimentos de Alicante, del que soy director, y además viajaba dos o cuatro veces a Madrid para tratar asuntos relacionados con la federación. Todas esas visitas las he tenido que cancelar.
18.00 horas. Para trabajar recurro al teléfono y el ordenador. Una parte importante de la jornada la invierto en contactar con proveedores para captar alimentos y con entidades benéficas, que son las que se encargan del reparto. El coronavirus ha traído una crisis económica que ha dejado a la intemperie a personas que vivían de la economía sumergida, trabajadores con contratos temporales a los que no se les ha renovado el contrato, gente sometida a los ERTE y que sufren el retraso de al menos dos meses en el cobro del paro...
Martes
8.00 horas. He dormido discretamente. Antes de irme a la cama, intento desconectar pero no siempre es fácil.
13.00 horas. Sigo hablando con empresas para que hagan donaciones económicas o en especie. Ahora hay un tsunami de generosidad, pero me preocupa que el suflé baje en verano. El cierre de la hostelería y la restauración durante abril y mayo ha hecho que los proveedores de ese gremio hayan sacado toda la materia prima que tenían en 'stock' y la hayan entregado en buena parte a bancos de alimentos. Nuestro aprovisionamiento es ahora impresionante, especialmente de productos no perecederos, pero lógicamente habrá un fin. El problema es que conforme pasen las semanas se pierda el impulso en cuestión de donaciones. Si antes de la pandemia repartíamos 144 millones de kilos, ahora estaremos en los 200 millones, ya que la demanda ha crecido entre un 30 y un 40%.
Miércoles
11.30 horas. Estamos desbordados. Atendemos a 1.500.000 personas, prácticamente las mismas que en 2013, en uno de los peores momentos de la crisis precedente. Aun así, calculo que hemos recibido entre tres y cuatro millones de euros entre donaciones de alimentos y aportaciones económicas. Una vez que pase este pánico escénico, pienso que la recuperación será más rápida que en la anterior recesión. Sin embargo, la salida supondrá un serio endeudamiento del Estado.
14.30 horas. Con el confinamiento han terminado las comidas en familia. Es una de las cosas que más echamos en falta mi mujer y yo. Eso y salir al campo o abrazar a los nietos. Tengo tres, de 19, 14 y 12 años. Con ellos y mis hijos hablo por teléfono con frecuencia.
19.00 horas. Soy poco televisivo, a lo sumo veo el telediario de la noche y alguna película que emitan y me apetezca ver. Para entretenerme echo mano de la tableta y veo en Youtube documentales históricos, que son los que más me interesan.
Jueves
8.30 horas. Soy bastante frugal. A cierta edad, uno solo debe ingerir lo que puede gastar. Desayuno tostadas con mantequilla y café con leche. Si hay dos platos en el menú, uno se suele quedar fuera. En los hogares se despilfarra el 40% de la comida que se produce, casi siempre por descuidos en el almacenamiento.
17.00 horas. Dedico menos tiempo del que quisiera a la lectura. Me gusta revisar la obra teatral que escribió mi hermano José Antonio, quien ganó el Premio Carlos Arniches en 1972. Me da bastante satisfacción releer al maestro Shakespeare.
23.00 horas. Me voy a la cama temprano. Para espantar las preocupaciones no tengo que hacer muchas cosas. Mi padre, cuando veía a alguien un poco neura decía: «A este le falta de faena». Yo tengo tanta que no me da tiempo de caer. Veo mucha inquietud, gente que no sabe qué hacer. Hay que templar gaitas. Es el momento oportuno para alcanzar un equilibrio, lo cual exige aplicar casi la psicología.
Viernes
12.30 horas. El sábado por la mañana iré de compras. Le pediré a mi mujer que me haga la lista, luego me pasaré por la farmacia y haré algún que otro recado.
18.00 horas. Por la tarde me dedico sobre todo a la administración del Banco de Alimentos de Alicante. Por la tarde estoy ocupado hablando con proveedores y asociaciones benéficas que distribuyan lo que recogemos. Cuando las aguas se remansen pediremos leche desnatada y alimentos más saludables.
20.00 horas. Siempre me hago la misma pregunta: ¿cuándo acabará esto? Quiero creer que en julio y agosto notaremos un respiro, salvo que tengamos un sorpresón por culpa del dichoso virus y se produzcan rebrotes. Seguimos adelante gracias a nuestros 3.300 voluntarios. Pasamos apuros porque la red dispone de personas que trabajan altruistamente, pero algunas de ellas son de edad avanzada y tenían miedo del contagio. Así que las organizaciones funcionaban a medio gas porque los mayores se recluyeron en sus casas. En abril recuperamos el 100% de nuestra actividad porque antes acudimos a ayuntamientos, Protección Civil y otras instituciones.
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